LAS FARC, PLAGA DE LOS RECURSOS NATURALES
“La tierra
es insultada y ofrece sus flores como respuesta”, Rabindranath Tagore
Por qué el sol
no brilla como antes?... recuerdo aquellos tiempos en los que mi madre
predicaba que había que tomar una o dos horas de sol en las mañanas, eso es
saludable decía, eso te llena de vitalidad y te reconforta, seguramente tendrás
un mejor día. Hoy mientras caminaba hacia la oficina, sentía sobre mis espaldas
esos mismos rayos solares abrazando, que digo abrazando, quemando mi espalda,
nuestras épocas vienen cambiando y el azote al que hemos sometido nuestra
tierra, nuestros recursos naturales y el ambiente, hacen cada día menos soportable
el sistema. Ya no te da vitalidad ni te reconforta, son las siete de la mañana
y el sol quema, pareciera el del medio día.
Si los tiempos
cambian, el mundo evoluciona, pero debía hacerlo para mejorar y hacer de la
tierra un vividero más acogedor y para que asumiéramos posturas proteccionistas
y de conservación del medio en el cual nos es posible respirar. Sin embargo
empresas del crimen como las Farc, quienes predican liderar procesos en pro del
pueblo, acrecientan sus finanzas destruyendo y aniquilando nuestra principal
riqueza. El narcotráfico, una de sus fuentes principales de ingresos, ha
llevado a nuestros campos perjuicios medioambientales que genera esta actividad ilícita
con la producción de dióxido de carbono (CO2) por
la quema de árboles talados, contaminación de recursos hídricos por el vertido de sustancias químicas,
amenazas a especies animales por la destrucción del hábitat, así como pérdida
de la flora al quedar expuesta a las plagas. Según un reciente estudio de la
Policía Antinarcóticos de Colombia, con el apoyo del Centro Internacional de
Estudios Estratégicos, nuestro país pierde por culpa del narcotráfico, 40.500
hectáreas de bosque anualmente, lo que nos significa que diariamente son
destruidas 111 hectáreas de vegetación nativa. Los informes sobre narcotráfico
indican que Colombia en un periodo de 15 años ha perdido al menos 608.000
hectáreas de bosque húmedo tropical gracias a la siembra de cultivos de coca,
que además ha puesto en peligro de extinción a unas 35 especies de mamíferos.
Se calcula que cada hectárea de coca cultivada requiere para
su cuidado y procesamiento de dos toneladas de sustancias químicas al año. Un
primer paso para sembrar la coca es la remoción de la cobertura vegetal,
acompañada de la tala y quema de las zonas que serán cultivadas con estas
plantas. Como impacto inmediato de esta acción, se da la deforestación con la
consecuente destrucción de nichos ecológicos, disminución de la cobertura
vegetal, la alteración del régimen de lluvias, la destrucción del paisaje y
aumento del gas carbónico (C02)[1].
El desplazamiento forzado de los campesinos y la colonización
de las tierras en apertura de fronteras con tala indiscriminada de los bosques
para aumentar los cultivos de coca, incluso de zonas de reserva como lo son
nuestros parques naturales, abrió las
puertas a la ganadería extensiva, la agricultura no era rentable lejos del
mercado y sin los bienes públicos para el desarrollo. Estas zonas utilizadas
por las Farc, hoy con el paso de los años reflejan huellas de erosión y
desertización por uso excesivo e inadecuado de los suelos.
Por otro lado, la minería criminal, entiéndase explotación
minera con fines de financiación de grupos armados ilegales como las FARC,
vienen marcando otra huella infame en nuestros territorios y fuentes hidrográficas,
una verdadera plaga que derruye y envenena el ecosistema. La minería criminal
está destruyendo el medio ambiente, con su práctica se explota a familias de
campesinos, roba recursos a las regiones y lo peor de esta actividad es que financia
el terrorismo. Los eslabones de la cadena delictiva son: exploración,
extracción, beneficio, almacenamiento, transformación, transporte y
comercialización. Por este concepto se tiene un estimado de recaudo anual de
aproximadamente 7.1 billones de pesos al año.
Sus afectaciones al medio ambiente son nefastas, para el año
2013[2], se
estima que se liberaron al ambiente 170 toneladas de mercurio, lo que generó graves
impactos sobre la salud y los ecosistemas, más del 60 por ciento de las 41
zonas hidrográficas del país están siendo intervenidas por la extracción
ilícita de minerales con el agravante que es una actividad que demanda trabajo
infantil y que se encuentra asociada al desplazamiento de comunidades.
Estos bandidos
que se autodenominan ejército del pueblo, financia sus actividades destruyendo
nuestro activo más valioso, la biodiversidad y el medio ambiente, pero además
en sus estrategias como valor agregado y forma de presión para el logro de sus
extorsiones a través de innumerables ataques a los oleoductos han generado el
derrame de millones de litros del hidrocarburo sobre nuestras aguas, humedales
y en general en el ecosistema que los rodea, sumando más y más devastación,
tragedia y muerte.
Colombia, un
país de leyes, en donde cada día se derogan y se sancionan una y otra norma con
carácter represivo, con ánimo de corregir yerros históricos, con la intención
de cambiar una historia que cada día se repite, pareciera una torre de babel en
la que no hay seguridad jurídica y en la que la administración de justicia cada
vez se hace más lenta y difícil de aplicar. Todo está reglado, a todo se le ha
dado un tratamiento de conformidad con el momento político, pero nada se hace
aplicable y coherente. Trasbordo de valores, sin sabores e injusticias que el
pueblo colombiano capotea viendo reinados, partidos de fútbol o realitis ante
la impotencia de un gobierno que le apuesta a la paz a través del diálogo y la concepción
de beneficios a unos bandidos que por más de cuarenta años han vivido en la
clandestinidad desconociendo la autoridad y el orden constitucional y que solo
buscan llenar sus arcas a costa de la victimización de comunidades vulnerables
y el sistemático azote del ecosistema colombiano. Una vez más se anuncian
estrategias para afrontar estos flagelos que deterioran nuestros recursos y el
medio ambiente, fortaleciendo las penas, asociando los conductas con delitos
como el concierto para delinquir, lavado de activos y financiación al
terrorismo.
Quiero pensar
como mis viejos, que siempre veían una luz al otro lado del túnel, que no hay
plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Pero podrá la madre tierra
soportar tanto flagelo. Nosotros necesitamos de ella, ella podrá subsistir sin
nuestra presencia.
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