Cultura Democrática
En la vastedad del tiempo y la historia, Colombia se ha mantenido firme y decidida en su camino democrático. Como una roca en medio del océano agitado de la política latinoamericana, ha resistido los embates de la tempestad autoritaria y se ha mantenido en pie, impertérrita ante la tentación del golpe de estado y del autogolpe.
No ha sido fácil, por supuesto. Como toda nación, ha tenido sus momentos de turbulencia y de incertidumbre, sus conflictos internos y sus crisis económicas. Pero siempre ha sabido encontrar el camino de la concordia y del diálogo, de la tolerancia y del respeto por la ley.
Quizás haya sido la fuerza de su cultura democrática, arraigada en la tradición republicana del siglo XIX y alimentada por la lucha contra la violencia y el terrorismo en el siglo XX, lo que haya hecho posible este logro. O tal vez sea la diversidad de su sociedad, con sus múltiples etnias y culturas, la que haya actuado como un escudo contra la uniformidad ideológica y la polarización extrema.
Sea como fuere, Colombia ha demostrado que la democracia no es un lujo, sino una necesidad imperiosa para la vida en común. Que la convivencia pacífica y el respeto por las diferencias no son meras abstracciones, sino principios fundamentales para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
En este sentido, Colombia es un faro de esperanza para el continente y el mundo. Un ejemplo de que es posible resistir las tentaciones autoritarias y construir una sociedad más libre y más justa. Y aunque siempre habrá desafíos y obstáculos en el camino, Colombia sabe que su destino está en manos de su pueblo y de su compromiso con la democracia y la libertad.
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